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Rafael Acosta de Arriba, un apasionado de la investigación 28 de Febrero de 2022

Con posterioridad a que realizara el Elogio a Rafael Acosta de Arriba, por el otorgamiento del Premio Nacional de Investigación Cultural (a la obra de la vida), en enero de 2019, tuve la oportunidad de recibir junto a él, en un acto en el Palacio de Convenciones, en el pasado mes de febrero, la Orden Carlos J. Finlay, la más alta distinción que confiere el Estado cubano en el ámbito de las ciencias. Fue una coincidencia que nos enorgulleció a ambos, quienes trabajamos juntos en la Biblioteca Nacional José Martí a inicios de la década de los noventa y ahora, treinta años después, volvemos a coincidir en la prestigiosa institución y en su Revista. Tomaré algunas de las ideas expresadas en aquel elogio para resaltar la obra de Acosta de Arriba, la misma que le ha hecho acreedor de este alto reconocimiento.

El Doctor en Ciencias Rafael Acosta de Arriba posee una bibliografía de más de 1028 asientos, entre activos y pasivos, por el momento, portadores de temas históricos, literarios, artísticos y culturales. En cada uno de ellos ha logrado valiosos y profundos textos que lo hacen poseedor de una obra verdaderamente relevante. Asimismo, numerosos y prestigiosos intelectuales y académicos han escrito y ponderado su trabajo. Investigador, ensayista, crítico de arte y poeta, ha publicado más de 20 libros propios y ha participado en otros 30 títulos de varios autores.

Tres disciplinas definen su obra: la historia, las artes visuales y la literatura. De su parte historiográfica y ensayística es preciso destacar sus investigaciones, desde fines de los años 80, sobre el pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes y el independentismo cubano del siglo XIX. Es muy notable su libro Los silencios quebrados de San Lorenzo, obra precedida por una sólida búsqueda bibliográfica, publicado recientemente (su tercera edición) por la Editorial Boloña.

Destaco además sus indagaciones sobre las obras de Octavio Paz, Max Aub y José Lezama Lima, sobre las novelas históricas de Leonardo Padura, el trotskismo en Cuba, el cuerpo y el erotismo como signos estéticos y culturales, las teorías inherentes al arte, y algunos hechos olvidados por la historiografía, como el Congreso Cultural de La Habana de 1968, así como los avatares de la cultura en la década de los 60.  En el campo de las artes visuales sobresalen sus acercamientos puntuales a algunos artistas y sus obras, la visualidad y la fotografía cubana. Muy sobresalientes han sido sus recientes investigaciones sobre los procesos del arte cubano y sobre figuras tales como Agustín Cárdenas, Raúl Corrales, Herman Puig, Pedro de Oraá, Osvaldo y Roberto Salas, y Roberto Fabelo, entre otros.

Acosta de Arriba ha publicado más de cien ensayos y artículos extensos en revistas cubanas y extranjeras. Sus diversos poemarios, Haz de espigas, publicado en Italia en el año 2007 y Momentos, publicado en La Habana en 2004, nos muestran al poeta maduro. Destaca en su obra lírica el volumen De vísperas y silencios, poemario que representa una antología de su poesía. Otros libros, sobre temas como la fotografía artística en Cuba, llenan un vacío en la bibliografía cubana de todos los tiempos.

Ha sido curador y organizador de numerosas exposiciones en Cuba, Brasil, España, Alemania y Holanda. Difícil tarea que comparo con el ejercicio de elaborar una bibliografía selecta, comentada o crítica, campo que no le ha sido ajeno.

Haré un breve recuento. A principios de los años 90, cuando comenzó su trabajo en el ámbito de la cultura, Rafael se desempeñó como jefe del Departamento de Publicaciones y Conservación de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, donde también dirigió, como jefe de redacción, la Revista de la institución. Posteriormente, dirigió el Centro de Información Cinematográfica “Saúl Yelín”, del Instituto del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), donde también trabajó como director de Prensa en los Festivales Internacionales del Nuevo Cine Latinoamericano y fue jefe de redacción de la revista Cine Cubano. Después él ocupó, durante siete años, la presidencia del Consejo Nacional de las Artes Plásticas (en este período presidió la VI y la VII Bienal de La Habana); y fundó con Eusebio Leal la primera Bienal de Arquitectura de La Habana.

Desde todos estos cargos, Rafael llevó a cabo una intensa labor de promoción cultural caracterizada por la creación de eventos como “El Día de la Crítica”, dentro de los Festivales del Nuevo Cine Latinoamericano (espacio de debates y de presentación de libros que existe hasta el presente), ayudó a fundar la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica, revitalizó la Federación Cubana de Cine Clubes (que dirigió a nivel nacional) y creó Subasta Habana, el periódico Noticias de Arte cubano, y la Agencia de Derecho de Autor para los Artistas Visuales (ADAVIS). A él también debemos la creación de los Premios Nacionales de Crítica de Arte y de Curaduría, y la fundación, en el año 2005, de la revista Fotografía Cubana (lamentablemente desaparecida). Un dato importante es que no dejó de investigar ni de escribir durante esos años de cargos institucionales.

Actualmente, Acosta de Arriba desarrolla su vida académica entre la Universidad de La Habana y la Universidad de las Artes, pertenece a los Consejos Científicos de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, del Instituto “Juan Marinello” y de la Universidad de las Artes. Durante un tiempo, fiel a su vocación de educador, Rafael impartió conferencias en la Academia de Artes Plásticas de San Alejandro y también ejerció la docencia en su instituto de formación, por unos años y en la Facultad de Artes y Letras en la carrera de Historia del Arte, donde ha dado clases sobre fotografía cubana en varias ediciones de la Maestría en Artes de la misma. Hace dos años el Instituto “Juan Marinello” lo nominó para el Premio Nacional de Enseñanza Artística precisamente por esa labor ininterrumpida en la docencia.

Acosta ha recibido diversos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Pinos Nuevos a autores noveles, en 1996, por un jurado integrado por Aurelio Alonso, Jorge Ibarra Cuesta y Niurka Pérez; el Premio Anual de investigación del Ministerio de Cultura, en los años 1994, 2010, 2012 y 2014, y en dos ocasiones el Premio Nacional de Crítica de Arte “Guy Pérez Cisneros”. Su participación en eventos, seminarios y conferencias nacionales e internacionales es también muy notable, así como han sido numerosas las conferencias dictadas en universidades y centros de arte de Cuba, España, Estados Unidos, Brasil, México, Italia e Israel, labor de muchos años que iniciara en 1991, cuando coordinó el ciclo de charlas “Pensamiento Cubano en el siglo XX”, en la Biblioteca Nacional José Martí.

Estamos en presencia, pues, de una obra surgida a partir de la última década del siglo XX y desarrollada con rigor hasta nuestros días. Como en un viaje a la semilla he sintetizado un quehacer y una obra que es orgullo de Cuba, y en especial de la Biblioteca Nacional, adonde llegó, joven, en 1990. Acosta se había graduado de Matemáticas en 1975, con honores, en el Instituto Central de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona”, y había dirigido un preuniversitario en el campo como su primera actividad laboral, en Isla de Pinos, donde permaneció por espacio de cinco años, con excelentes resultados docentes y formativos. Cuando emprendió su ascendente carrera investigativa se hizo de dos doctorados, primero en Ciencias Históricas, alcanzado en 1998 y luego, en 2009, en que se convirtió en Doctor en Ciencias. Pero sé que su llegada a la Biblioteca Nacional marcó en su vida un antes y un después, fue su punto de partida hacia las humanidades desde el poder de reflexión y de abstracción que hacen posible las ciencias exactas, porque estoy segura de que, en nuestra institución, al conjuro de las artes y las letras, surgió este respetable intelectual de hoy. Conocernos, significó el inicio de una larga, estrecha y respetuosa amistad, probada hasta la saciedad, no solo reflejadas en sus palabras por mi 50 aniversario en la Biblioteca Nacional, y en el espacio El autor y su obra, que han sido muy hondas y cálidas, sino también en su constante preocupación por mi persona, después de la muerte de Julito, mi compañero de vida.

Como he tratado de mostrar, Acosta de Arriba fue acumulando un currículo que lo ha hecho acreedor al Premio Nacional de Investigación Cultural 2018 (a la obra de la vida) y más recientemente la Orden Carlos J. Finlay. Por ese tipo de coincidencias inexplicables, es posible que yo haya sido una de las primeras personas a las que Rafael se acercara en la Biblioteca Nacional, en 1990, cuando comenzaba su andadura por la cultura nacional y me satisfizo mucho haber sido miembro del jurado, presidido por la Graziella Pogolotti, que 28 años después y por unanimidad, le otorgara el primero de dichos reconocimientos. En cuanto a la Orden Finlay, como expresé al inicio, ambos la recibimos juntos y esa es otra feliz oportunidad compartida. Él ha dicho que yo fui su puerta de entrada a la Revista de la Biblioteca Nacional, pero fue él quien hizo posible su publicación, después de siete años de silencio, porque supo valorar las épocas anteriores de nuestra revista, la revista de don Domingo Figarola Caneda, de Juan Pérez de la Riva, de Reneé Méndez Capote, de CintioVitier y de María Freyre de Andrade.  Rafael supo apreciar nuestro templo de la inteligencia y el saber, para crecer él, personalmente. Hoy ambos trabajamos de manera unida para seguir dándole vida a la Revista de la BNJM.

 

Por tanto, aquel joven que se deslumbró con la Biblioteca Nacional, y que nació y se desarrolló en ella como intelectual, ha regresado ahora a su punto de origen, con dos altas distinciones que hablan de su total consagración a la cultura y al saber.

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